La violència és la por als ideals dels demés. -Mahatma Gandhi-

martes, 5 de abril de 2011

¿Porqué soy todavía cristiano?

Article d'opinió: Hans Urs Von Balthasar


"Sólo se puede uno fiar del hombre y de su libertad. Pero el hombre estaría perdido sí esta libertad fuese una realidad absoluta, en virtud de la cual él pudiese hacer de sí y de su propia nada tanto un «dios» como un «demonio». Esta concepción de la libertad es ya un síntoma de «pérdida de lugar». La libertad humana tiene su «lugar» preciso en la libertad que Dios tiene en Jesucristo de ayudar y acompañar al hombre en todos los caminos de su perdición.

Externamente puede aparecer esto únicamente como «humanitarismo», y lo es, pero al mismo tiempo es algo mucho más grande, porque este «humanitarismo» se revela totalmente eficaz en virtud del Dios-con-nosotros. El nos ayuda cuando el simple humanitarismo no puede más: en la soledad de la muerte, en el abandono de Dios y en el abismo de la perdición definitiva. La ayuda de Jesús no empieza por ser simplemente terrena o humanitaria, para convertirse en el estadio final en eucarística; es eucarística desde el principio: sobre la cruz, en el abandono de Dios, el cuerpo destrozado y la sangre derramada están a disposición de los hombres.
Como consecuencia de esto la asistencia cristiana dada a los hermanos debe tener cuenta de todas las provisionalidades de esta vida según los principios de la justicia social (aceptando expresamente las exigencias éticas del antiguo testamento); sin embargo siempre tiende a superar los puntos de vista de la utilidad y del éxito para estar cercana en la obscuridad de lo absurdo de este mundo.
Cuando la caridad cristiana ha sido auténtica siempre ha seguido los mismos caminos: asistir a los moribundos, a los indigentes, a los leprosos, a los marginados... Pero la co-humanidad cristiana no debe comenzar sólo por ahí (dejándose de este modo superar por las instituciones, cada vez más organizadas, de la beneficencia no cristiana), ha de centrarse en el núcleo de las preocupaciones sociales de la comunidad humana. Debe tender sobre todo partiendo del conocimiento de los últimos caminos seguidos por Dios con el hombre, a un acompañamiento del hombre en silencio, principalmente allí donde los demás se paran.
El motivo que mueve al cristiano para ir más allá, es el conocimiento de que todo lo absurdo y puramente negativo de la vida humana ha recibido un sentido en Cristo porque Dios ha seguido este camino. Pues el amor de Dios en Cristo ha sido capaz de cambiar la soledad de la muerte y del diálogo roto entre Dios y el hombre, así como la absoluta pasividad del ser abandonado, en una expresión de la extrema actividad del abandonarse. Esto es algo único dentro del pensamiento y conducta humanos, ya que presupone una fe precisa en la obra llevada a cabo por la trinidad en la cruz y en la resurrección de Cristo. Por eso en el cristianismo la máxima profundización de la imagen del hombre es correlativa a la máxima profundización de la imagen de Dios en la trinidad y en la cristología.

Por esta razón no hemos de tener en cuenta el reproche que hacía Nietzsche al cristianismo de que era una religión de débiles, que cambiaba los valores positivos en negativos. Más bien el cristianismo es la religión de aquellos que incluso tienen por positivo lo que todos los demás dan por negativo. Por eso mismo tampoco hemos de dar demasiada importancia a ese pensamiento de Bonhoeffer según el cual el cristianismo no debe dirigirse al hombre sobre todo en la debilidad de las situaciones-límites, sino en la fuerza global de su existencia.
Pues el cristianismo sólo se dirigirá al hombre en su plenitud de fuerza cuando al mismo tiempo sea capaz de dirigir una mirada a los límites de su existencia y afronte también libre y positivamente cualquier situación de angustia, de enfermedad, de impotencia, de soledad o de oscurecimiento espiritual.
Hoy tenemos conciencia de estas situaciones-límites de un modo colectivo: un afán de huida anárquico, unos paraísos artificiales de drogas, un exagerado apego a los valores materiales con el consiguiente desprecio por la libertad personal, un silencio sobre la muerte, la destrucción de la infancia, mientras el hombre aún «niño» necesita una comprensión amorosa. Tiene razón Teilhard de Chardin cuando dice que sólo los cristianos pueden presentar motivos para continuar viviendo en un mundo que desespera de poder conseguir con sus propios medios la paz y la serenidad y que está a punto de abandonar toda esperanza a pesar de los discursos histéricos sobre la esperanza."


Hans Urs Von Balthasar

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