La violència és la por als ideals dels demés. -Mahatma Gandhi-

viernes, 17 de diciembre de 2010

La moral del castigo

Del Gorgias platónico a la educación


El Gorgias platónico plantea varias cuestiones relacionadas con la moral. Después de que Sócrates logre convencer a sus “compañeros de lógos” de que es mejor sufrir una injusticia que cometerla, surge una segunda pregunta: ¿Qué es preferible una vez cometida la injusticia, ser catigado por ello o salir impune? La respuesta de los sofistas que acompañan a Sócrates es inmediata: siempre será mejor no recibir ninguna reprimenda y salir impunes. Como en tantas otras veces, le toca al otro yo de Platón argumentar a contracorriente: en su opinión, quien comete una injusticia adquiere una deuda con la sociedad, por lo que habrá que encontrar la forma de saldar esa deuda. Incluso para quien ha errado siempre será preferible recibir el castigo correspondiente, pues de esta forma su conciencia se quedará más tranquila y podrá afrontar el resto de su vida en mejores condiciones. La pena impuesta viene a ser una purificación que pretende borrar la injusticia que lo origina. Si por las acciones inmorales nos separamos de la sociedad, por el castigo volvemos a fundirnos con ella.

Traicionando a Platón voy a llevar la idea a un terreno que no es exactamente el de la moral, pero que guarda una estrecha relación con él: la educación. Desde hace varias décadas, vivimos en una especie de descrédito del castigo. La acción punitiva se considera un fracaso educativo: las recomendaciones del refuerzo positivo son sólo un complemento para argumentos alternativos que nos muestran que a través de los castigos no se aprende nada. Alterar, modificar o anular el derecho a la educación de los alumnos, se dice, no resuelve nada: ¿Qué se gana dejando en su casa a quien perturba permanentemente el orden de la clase? La acción punitiva está mal vista, a no ser que vaya acompañada de un adjetivo salvador: pedagógico o educativo. Hay castigos que, por lo que se ve, sí sirven para transmitir una enseñanza: reparar el daño causado, asumir tareas sociales o incluso comprometerse a un mejor aprovechamiento de las clases. De esta forma, se nos dice, tratamos a los alumnos como seres racionales y no como animales, con los que el castigo (incluso físico) es más habitual.

El problema de estos castigos “pedagógicos” es que pueden llegar a ser rechazados por los propios alumnos o por sus familias. En más de una ocasión he escuchado a padres decir que barrer los patios como castigo correspondiente a la acción de mancharlos era una tarea “indecente” y “vergonzante”, por lo que no estaban dispuestos a que sus hijos realizaran estas tareas reparadoras. Ciertos castigos educativos están, por tanto, mal vistos. Y en lo que todo esto se discute, llevamos años en los que los perjudicados son fundamentalmente dos: los compañeros de los alumnos que se comportan de manera injusta y estos mismos alumnos. Los primeros porque a veces tienen dificultades para seguir el normal desarrollo de la clase. Los segundos porque la comunidad educativa no tiene el suficiente valor para darles un mensaje claro: las consecuencias de ciertas actuaciones son graves y son castigadas. A juicio de Sócrates, este mensaje (quizás subliminal) era imprescindible para la formación moral de los ciudadanos. A juzgar por la burocracia que implica un expediente educativo o por las normativas de derechos y deberes, las autoridades educativas de nuestro tiempo no están muy de acuerdo con el filósofo ateniense.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Películas y filosofía

Origen

Carátula de Origen

La cuestión de la diferencia entre el sueño y la vigilia tiene un largo recorrido en filosofía. Aparece también en la literatura, el arte y, como no podía ser de otra manera, el cine. Origen, una de las películas del verano, juega con esta oposición, añadiéndole una particularidad: la posibilidad de cambiar la vida real a través de los sueños.

El protagonista de la película se ha convertido, muy a su pesar, en un especialista en este tipo de “intervenciones”: después de haber soñado durante mucho tiempo junto a su pareja, se ve obligado a vivir para siempre alejado de su familia. En ese destierro, real y sentimental, se dedica a profundizar en su habilidad, trabajando para empresas y gobiernos con la finalidad de extraer información a personas influyentes mientras duermen. Escapando de quienes le persiguen aparece un último encargo, que podrá permitirle volver a su casa si es completado con éxito.

Como se ve, se entremezlan situaciones filosóficas, con otras características de las películas de acción, cristalizando en lo que algunos llaman, seguramente con precipitación, la Matrix del siglo XXI.

Desde un punto de vista filosófico la película ofrece cierto juego: nos recuerda, por ejemplo, varias ideas del psicoanálisis, al interpretar que mientras soñamos nuestra conciencia se relaja y permite acceder a los lugares más escondidos de la mente, levantando la vigilancia de nuestros propios secretos. Aparecen además diferentes niveles de sueño, ya que las resistencias del sujeto (a veces entrenado para ello) impiden que los “extractores” lleguen a lo más profundo de nuestra conciencia. Así, habrá que ir desarmando al consciente, con sueños dentro de sueños que en realidad se traducen en cuatro historias paralelas que en principio son simultáneas en el tiempo. Sólo de esta forma se puede llegar al nivel necesario para implantar una idea en la persona que duerme, que es la complicada misión que ha de afrontar el protagonista junto a su equipo. Tocar el origen del pensamiento, la conciencia y la personalidad es la única manera de modificar la manera de pensar. Una tesis idealista subyacente: “la idea es el parásito más resistente.” Una vez implantada esta idea, no habrá manera de erradicarla: terminará siendo real.

Este idealismo se complementa con otra tesis: las ideas dependen de las emociones. Si queremos implantar una idea, la argumentación, el diálogo o la razón es un camino equivocado. Habrá que crear la emoción que puede germinar en esa idea. Y eso es precisamente lo que pretenden los protagonistas. Todo en ello en escenarios oníricos, que por momentos recuerdan a Escher o a las vanguardias, colaborando a dar un toque distópico a la acción: la evasión de la realidadque supone el sueño termina volviéndose sobre aquellos que no están satisfechos con su vida real. Y es que junto a la trama de acción hay otra dramática, en la que el protagonista debe purgar una historia de su pasado. Buceando en los sueños ajenos realiza también un ejercicio de instrospección personal, en el que los remordimientos y la culpabilidad le convierten en su mayor enemigo. Como se ve, hay muchas historias en Origen, muchas películas en una sola, con escenas en las que los diálogos podrían llevarse a una clase de filosofía. Seguro que no tardarán en publicarse en la red algunos fragmentos comentados, ya que los diálogos guardan relación con algunos de los temas que surgen en las aulas.


Match Point

Carátula de Match PointNos negamos a aceptar que el azar sea el motor de nuestras vidas. Queremos creer que la mayoría de las cosas dependen de nosotros, que somos los únicos pìlotos de nuestro coche. La percepción, ilusoria o no, de que todo lo que hagamos por mejorar tendrá su recompensa, es lo que nos hace movernos. Ser más y querer más. Creer que las cosas dependen de nosotros. Match Point no pretende negar la capacidad del ser humano para crearse y creerse a sí mismo. Pero sí subraya queno podemos controlar todas las variables, que la vida es una cadena de causas y azares entremezclados, que nunca podemos ser plenamente conscientes de las consecuencias de nuestras acciones. No hace falta escarbar mucho en nuestra memoria para encontrar momentos en los que la diferencia entre la gloria y el fracaso ha sido ínfima: prácticamente insignificante, pero trágicamente significativa. Y el deporte es una buena prueba de ello. Meses de entrenamiento y dedicación para que al final todo dependa de la última jugada. ¿Exagerado? No tanto como podríamos pensar. Si revisamos nuestra vida personal, también ella está llena de casualidades.

Match Point es una película muy rica en significados filosóficos. La reflexión fundamental de la película gira en torno al azar y la necesidad, la casualidad y la causalidad, la libertad y la determinación, lo que elegimos y lo que nos viene dado. Opuestos separados por una línea tan fina como la de una red de tenis. Con todo, no es el único eco filosófico: aparece también el amor y las diferentes maneras de vivirlo, los límites de la ambición frente a los valores y las normas morales. El riesgo como actitud ante la vida: ¿Cuánto arriesgar? ¿Cómo hacerlo? Todo ello contado con el trasfondo de la clasista sociedad británica, en la que el nacimiento no determina siempre cuánto dinero puedes ganar, pero sí con quién te puedes relacionar: aristocracía vacía en estado puro, seguramente no muy alejada de la que podemos encontrar no sólo en Gran Bretaña sino en otros países. De la ética a la sociología y la política. Es difícil condensar más temas de una sola película.

En cierta manera, la película bordea la tragedia griega: los acontecimeintos se van ligando de una manera inesperada, como si hubiera un personaje oculto en la película (una especie de destino griego a la inglesa) que se dedicara a enredar personajes, intenciones y tramas. Cuando todo parece abocar en una dirección se produce un giro inesperado, un golpe en la red de la pelota argumental que convierte en ganador del partido al que tenía todas las papeletas para perderlo. Y todo ello con una particularidad: debería haber perdido desde un punto de vista moral “tradicional”. Porque en el fondo algo de Nietzsche respira también en la película, en tanto que nos cuenta cómo uno de sus protagonistas logra ir realizando su “voluntad de poder”, superando las convenciones morales y derrotando a su propia conciencia. Una película con mucha sustancia filosófica: sería más que recomendable entresacar algunas de sus escenas para comentarlas en clase. Si alguien se atreve con la tarea, que deje por aquí el aviso para estar al tanto…


La Ola

Sobre los orígenes del totalitarismo

Carátula de La OlaLa historia suscita cuestiones filosóficas variadas y estimulantes. Nos trae el pasado al presente, pone en relación tiempos diversos y plurales, compara formas de vida y de pensamiento. De hecho, puede convertirse incluso en un tema novelesco: puede que cualquier día el género de la historia ficción logre las cotas de popularidad de la novela histórica. Quién sabe. Una de las preguntas relacionadas con la filosofía de la historia consiste en plantear la posible repetición de sucesos del pasado: ¿Es posible, por ejemplo, que ocurra una tercera guerra mundial? Después de la experiencia del nazismo, ¿Podría volver a ocurrir que el totalitarismo fascita se instalara en algún gobierno europeo? El sedante de la costumbre y la cotidianidad nos lleva a rechazar tal hipótesis. Parece que contamos con mecanismos políticos y sociales suficientemente sólidos como para desechar tal hipótesis. Por el contrario, la película que presentamos hoy, plantea un argumento distinto: no se trata de una cuestión política, sino fundamentalmente psicológica. Es nuestra mentalidad la que puede predisponernos al totalitarismo.

La ola nos enseña, entre otras cosas, que a veces buscamos alguien que nos mande. La debilidad del ser humano es uno de los puntos fuertes del fascismo. En ciertos momentos necesitamos orientaciones, normas, pautas. La película es, a este respecto, un fiel reflejo de procesos que están ocurriendo todos los días: los grupos radicales de cualquier signo o las sectas que anulan la individualidad siguen punto por punto el proceso por el que pasan los protagonistas. Un lema, un logotipo, una simbología, un uniforme. Todos al final somos uno. Todos formamos una gran ola. No es, ni mucho menos, una película de ficción: se basa en hechos reales, y recuerda, con matices, a experimentos psicológicos bien conocidos como el de Salomon Asch o Philip ZimbardoPhilip Zimbardo.Philip Zimbardo. La experiencia de una clase va mucho más allá de las aulas, en una aplicación un tanto sui generis del learning by doing. La película nos enseña cómo un grupo de jóvenes más o menos desorientados se convierten en un grupo totalitario y excluyente. Y todo en menos de una semana.

La película no deja indiferente a quien la ve. Habrá quien salga del cine encantado, y habrá quién la considere una exageración, lenta pesada y aburrida. Sin embargo a todo el que la ve debería plantearle ciertos interrogantes. Los amigos de la abstracción podrían elaborar teorías sobre la condición humana y su maleabilidad. Los que sientes más simpatía por lo concreto, podrían buscar ejemplos reales y actuales en las que las estructuras totalitarias siguen vigentes, actuando con todo su vigor. Es fácil pensar que lo que sugiere la película no ocurre en occidente, dado que todos vivimos en sistemas que se dicen democráticos. Pero esto no quiere decir que los mismos mecanismos de poder que de forma imperceptible se van introduciendo en la película aparezcan también en la realidad: un lema, un logotipo, una simbología, un uniforme. Todos somos uno, que es capaz de pensar, vivir, actuar y decidir por los demás. La sumisión, la conformidad, la necesidad de guías. No se trata sólo de condiciones históricas, políticas y sociales particulares, características de un tiempo histórico concreto. La ola nos habla de la dominación y la anulación cotidiana de la individualidad, del miedo, de la inseguridad como coartada y baza ganadora del poder. Del totalismo a gran escala pero también del pequeño. Es, en definitiva, una película llena de ideas y pensamiento.


La vida de los otros

Cómo el poder mira a sus individuos.

La vida de los otrosMirar es una de las pasiones del ser humano. Decía Aristóteles que la vista es uno de los sentidos predilectos del ser humano. Hay algo de mágico en mirar, de poderoso. Algo que dota a los ojos y todo lo que registran de un poder especial. La mirada se asocia a veces al poder: gracias a la contemplación llegamos a dominar la naturaleza y gracias al espionaje el sujeto termina anulado por una red invisible que termina conociéndolo todo. La historia reciente de Europa incluye varios casos, y de los actuales no nos enteraremos hasta que pase el suficiente tiempo, como para que ya nada importe. La vida de los otros recupera precisamente este tema: los instrumentos de dominación del poder, y su capacidad para tocarlo todo, paraconfigurar la realidad. No hace tanto que el poder político exigía no sólo cierta sumisión entendida casi como habitual en nuestros días: no se trataba sólo de integrarse en una forma de vida, sino de comulgar con ella, hasta el punto que pensar distinto era un acto de disidencia. Es entonces cuando mirar se convierte en una actividad esencial para el mantenimiento del sistema.

Basta esperar un tiempo determinado para que aparezca una relación entre quien mira y lo mirado: nadie puede permanecer absolutamente impasible frente a lo que ve, pese a toda la adhesión incondicional que nos exija el sistema. El choque entre el poder político ejercido de forma autoritaria y la autonomía individual crece inevitablemente. Quien vive sólo para mirar deja de vivir, y prolonga su vida en la de aquellos que vigila: ríe cuando los otros ríen, disfruta cuando ellos lo hacen, o llora y sufre cuando ve el sufrimiento ajeno. Es la vida de los otros la que termina siendo propia, debatiéndose entonces entre la empatía más natural que podamos imaginar, y el dictado irracional de un poder que abusa de sus funciones hasta convertir al ser humano en un mero objeto, carente de dignidad. No se puede mirar la explotación y la humillación sin intervenir, sin actuar. Sin arriesgarse a ser parte activa de lo que se ve, queriendo cambiar el curso de los acontecimientos.

La vida de los otros es probablemente una de las películas que mejor retrate el problema de la relación entre el ser humano y el poder político. Las técnicas de dominación aparecen en cada fotograma: mucho más allá de los micrófonos y las cámaras, la clave del totalitarismo reside en su capacidad de crear al sujeto. Ya dejó Foucault bien indicado que esta palabra podía referirse también a la sujeción que los individuos sufren respecto al estado. Los que están siendo vigilados están sujetos, agarrados a un poder que piensa por ellos, que controla sus movimientos, incluso cuando está ya próximo a su fin. Con todo, siempre queda una escapada, una puerta abierta: incluso cuando el poder nos anula, cuando bloquea cualquier intento de crítica o de originalidad, es posible estar a la altura, rebelarse o mostrar que no se está de acuerdo. Otra cuestión a discutir es si estos intentos de reivindicar la propia dignidad y la autonomía personal logran realizarse con éxito o fracasan con la muerte, aunque sea inesperada. Una película más que recomendable y llena de significados filosóficos.


Un lugar en el mundo

Marxismo, propiedad, colectivización y justicia.

Un lugar en el mundoLa película que rescatamos hoy de un olvido inmerecido (nunca suele aparecer en listas, muchos ni siquiera la han visto…) merece la pena por diversos motivos. No sólo porque en su día se llevara la concha de oro del festival de San Sebastián ni porque, por una vez, crítica y público se pusieran de acuerdo en escogerla. Si a todo esto le añadimos una interpretación excelente (Federico Luppi, José Sacristán, Cecilia Roth…), una buena historia, y una dirección magistral (al menos eso dicen los entendidos), y si le sumamos el interés que tiene la película como retrato de una forma de vida, como expresión de unacrítica social más que necesaria, pues tenemos todos los ingredientes para incluirla entre las películas que dan que pensar, que interpelan al espectador después de haberlas visto, y que nos pueden abrir a un nuevo terreno de análisis y reflexión sobre la realidad. Una película con potencial educativo y filosófico.

El flashback inicial rodea toda la acción de cierto toque de nostalgia. Como si ya los tiempos no estuvieran para demasiados idealismos, como si las cruzadas ideológicas hubieran terminado aplastadas por el rodillo. ¿A quién se le ocurriría a estas alturas de la historia, azuzar a los caballos para que el carro vaya más rápido que el tren? Cosas de locos, ningún carro puede competir con el AVE. Pero qué duda cabe: quizás exista el gen de la utopía y del idealismo. Igual da ganar a un tren una carrera que organizar una cooperativa que plante cara al cacique terrateniente de turno, más interesado en el progreso de su poder y su bolsillo que en unas decenas de vidas humanas. Y es que por mucho que cambien los tiempos no hacen más que maquillarse: con caras aparentemente nuevas, con matices que en nada cambian los problemas de fondo, los contrastes y enfrentamientos que retrata la película siguen existiendo. Desde la ciudad más desarrollada del mundo a la última favela o chabola.

Un lugar en el mundo representa, en este sentido, un canto al ser humano: a su libertad, a su dignidad y a su capacidad de cambiar las cosas, de ofrecer alternativas al gris y ritunario paisaje social, cultural, rural, económico. Tenemos el mundo que nos merecemos, parece que quisiera decirnos la película. No es que tengamos todos que echarnos a las calle, montar barricadas y promover la abolición de la propiedad privada. Pero sí que vivimos dormidos, anestesiados, ajenos a una realidad que nos debería pinchar. Como le pincha al poder, en sus más diversas manifestaciones, que ese gen de la utopía siga perviviendo, por debajo de todas las distacciones sociales. Quizás el escepticismo nos haya convertido en descreidos, no sólo en ateos (hace ya décadas que occidente lo es): perdida la fe en Dios, nos quedaba la fe en el hombre, que ya parece extinguirse. Dejarse atrapar por la película plantea interrogantes que van mucho más allá de problemáticas particulares. Cuando termina nos deja un gusto amargo, pendiente de la pregunta: ¿qué hago yo para cambiar este sabor de boca?

jueves, 18 de noviembre de 2010

Los amores de Platón

Si Platón oyera hablar del amor platónico se moriría de la risa, porque se trata de una de esas expresiones que pasan a la historia sin ningún tipo de rigor. En ninguno de sus diálogos habla el autor griego de ese amor imposible e idealizado que solemos asociar con la dichosa expresión que, por vericuetos poco claros, alcanzó un alto grado de expansión durante el Renacimiento y ha llegado hasta nuestros días. Ni siquiera me parece muy adecuado hablar de la teoría platónica del amor: aunque aborde el tema en varios diálogos, no creo que haya un desarrollo suficientemente amplio y sistemático como para hablar de una teoría en sentido estricto. Lo que sí nos regala es una intervención de Sócrates en el Banquete, en la que establece cierta similitud entre el amor y la sabiduría. En cierta manera, viene a decirnos el maestro de Platón, el amor es una extraña mezcla de riqueza y miseria, sabiduría e ignorancia. Es un deseo de belleza y bondad, por lo que el amor ha de ser una forma de ser mejores, de perfeccionarnos. Nada que ver con el amor platónico y mucho menos con los amores actuales.

Vivimos en tiempos muy alejados de las tesis platónicas: amamos de una forma distinta respecto a la que Sócrates presenta en el Banquete. El interés platónico en el amor reside en cierta manera en su potencial “idealizador”. Hoy no faltan quienes lo entienden como un elemento “materializador”. En un sentido metafórico: a través del amor se logran intereses ocultos, no siempre manifiestos. Amor material centrado también en el cuerpo: ¿Quién amará el alma de la otra persona en un tiempo en el que mayoritariamente se duda o se niega su existencia? No hay más amor que el del cuerpo y el de la aparienciasi nos dejamos llevar por los diversos cultos de nuestros días: la imagen y los volúmenes son hoy el máximo anhelo de los amantes. No es de extrañar que a estas alturas de la historia y con estos presupuestos teóricos hayamos descubierto ya la ciencia del amor: ninguno de nosotros controla su deseo, que puede explicarse sencillamente en función de las reacciones eléctricas y químicas que hay en nuestro cerebro. El amor es el espejismo linguístico del atávico instinto reproductivo.

La modernidad y el pensamiento de la sospecha han destrozado la idílica visión platónica: hace ya décadas que la palabra “altruismo” quedó reducida a ciertos genes capaces de sacrificarse por sus parientes más cercanos. El amor no es hoy ya entrega desinteresada sino carencia y necesidad: tapar agujeros de la química cerebral o de la historia personal. De Platón nos ha quedado lo imposible, aquello que nunca llegará a ser: el mito de una idea que el filósofo griego jamás llegó a formular. Otra cuestión es que su lectura pueda ser casi una vacuna de recuerdo: dejar que suene, por unos instantes, una música distinta alejada del ruido de la radio y la televisión. Presenciar la juerga socrática, la borrachera de discursos, ideas y palabras para soñar al menos con otras formas de vivir, pensar y amar. Porque en definitiva leer es otra forma de amor: a medio camino entre la riqueza y la pobreza, entre la ignorancia y la sabiduría, quien lee entrega su tiempo y su vida a las palabras. Y lo hace de una manera tan revolucionaria como puede ser en nuestro tiempo aspirar a lo bello y lo bueno. ¿Está entonces muerta del todo la visión platónica del amor?

domingo, 14 de noviembre de 2010

A qui pertany la intel·ligència?

06 de Febrero 2010

Si la inteligencia está en la Red, la Red es de la inteligencia

El artículo 3 de la Ley General de Comunicaciones establece, entre los objetivos y principios de dicha norma, los siguientes:

e) Defender los intereses de los usuarios, asegurando su derecho al acceso a los servicios de comunicaciones electrónicas en adecuadas condiciones de elección, precio y calidad, [...] respeto a los derechos al honor, a la intimidad, a la protección de los datos personales y al secreto en las comunicaciones, el de la protección a la juventud y a la infancia [...]. A estos efectos, podrán imponerse obligaciones a los prestadores de los servicios para la garantía de dichos derechos.

f) Fomentar, en la medida de lo posible, la neutralidad tecnológica en la regulación.

Me veo obligado a recordar todo ello ante las sorprendentes afirmaciones de César Alierta, presidente de Telefónica, en las que anunciaba un posible cambio en la estrategia de la multinacional. Tal estrategia iría orientada a maximizar sus beneficios aprovechando su posición de gran intermediario global, planteándose incluso poder llegar a cobrar a los grandes buscadores.

Aunque sus explicaciones son algo confusas, hay una frase particularmente clarificadora: "La inteligencia está en la Red, y las redes son nuestras".

Con todo respeto, discrepo. A estas alturas del siglo, creo que va siendo hora de poner las cosas claras: las redes son de los que las habitan, y no de los que las explotan.

Telefónica, como los restantes operadores de servicios de intermediación consistentes en la provisión de servicios de acceso a Internet, está obligada por una normativa que, aún con sus limitaciones y lagunas, tiene como objetivo garantizar unos principios mínimos que permitan el ejercicio de derechos fundamentales en las redes públicas.

[...] desde la perspectiva del Derecho, creo que es necesario dejar clara una cosa: la inteligencia y las ideas son libres, con independencia del lugar donde se expresen. Los dueños de los cafés no pueden erigirse en propietarios de los pensamientos que nazcan en sus tertulias.

Nadie discute que todos debemos pagar por el asfaltado de las calles de Internet. Pero nadie debería discutir tampoco que los derechos de manifestación, reunión, expresión, opinión, o producción literaria y artística, pertenecen exclusivamente a los ciudadanos que transitan por la vía pública por excelencia: Internet. Si la inteligencia está en la Red, es porque en la Red habitan ciudadanos.

Vivimos tiempos convulsos: la imposibilidad técnica de poner trabas a la copia y difusión de contenidos culturales ha provocado una devaluación de la propiedad intelectual, que puede ser aprovechada por las operadoras de telecomunicaciones para forzar a la industria del entretenimiento a vender a bajo precio sus activos. Muchos autores y artistas, desorientados, llevan años disparando contra su público, ignorantes de lo que se les viene encima.

Si queremos garantizar la libertad en las calles de la polis global, es necesaria una alianza histórica: la de los artistas y su público, ciudadanos todos, frente a cuantos pretendan apropiarse de nuestro único patrimonio: la inteligencia.


Carlos Sánchez Almeida

Licenciado en Derecho y socio de Bufet Almeida

Treball 1er trimestre: l'intel·ligència

1. Com definiries la intel·ligència?

La intel·ligència és el pensament raonat que permet trobar sortides, inventar possibilitats i ajudar-nos a reflexionar. És la facultat d'entendre i comprendre l'entorn, i l'habilitat que té alhora de donar un sentit encertat a una sentència.
A diferència de la animal que és instintiva, la humana ens permet dirigir el nostre comportament. Les capacitats animals són automàtiques però les humanes són voluntàries: dirigim l’acció amb el coneixement.


2. Quina relació tenen la sensació, la percepció, la consciència, la memòria, l’aprenentatge i el llenguatge amb la intel·ligència?

La intel·ligència sempre ha estat relacionada amb tots aquests elements, ja que només poden aparéixer en el cas de que la posseïm.
La sensació és un estímul que permet que els nostres òrgans sensorials reconeixin la realitat. Està estretament lligada amb la percepció, és a dir, el reconeixement conscient de la realitat a través de l’aplicació de la intel·ligència. La consciència és una aptitud voluntària, és a dir intel·ligent, que depèn de la sensació i de la percepció. La seva funció és comprendre que és el que provoca les percepcions que sentim. La memòria és la capacitat de retenció d’una informació temporal o permanentment, per posteriorment recuperar-la o utilitzar-la. Està intimament lligada a l’aprenentatge, la comprensió i la capacitat de donar un significat a una informació, i d’aquesta manera fem ús de la intel·ligència per incrementar el nostre coeficient intelectual.
L’aprenentatge és independent de la memòria, ja que potser som capaços d’aprendre i no de retenir. Per acabar, el llenguatge és l’essència d’una cultura que utilitzem per comunicar-nos els éssers humans.
L’intel·ligència humana és una creació social que ens permet posar en comú tots aquells aspectes del llenguatge que ens fan pertànyer a la mateixa societat.



3. Cita les característiques d’una persona intel·ligent que viu avui a Barcelona i una que visqui avui al mig de l’Amàzonia.

Dues persones tan diferents com poden ser un ciutadà del barri de Gràcia i un brasileny que ha viscut sempre envoltat de la naturalesa més salvatge del planeta, poden tenir totes dues una intel·ligència privilegiada, de diferent aplicació i determinades per la societat i l’ambient que les rodeja.

Així doncs, començarem per el ciutadà d’una gran urb. Aquest, el qual situem en una família treballadora amb una economia mitjana, primer de tot haurà hagut de formar-se intel·lectualment des de petit: saber parlar, llegir i escriure correctament en català, castellà i una llengua estrangera; sumar, restar, dividir i multiplicar mentalment amb fluïdesa; saber intercomunicar-se amb la gent dia a dia, així com crear-se grups d’amistats i desenvolupar la seva capacitat social-comunicativa.
Amb aquestes característiques, haurà de trobar una feina permanent segons els estudis que hagi anat cursant per a fer arribar diners a casa seva, i mantenir la seva independència. Les seves aspiracions seran formar una família amb la dona que triï per compartir sentimental i econòmicament la seva vida, i crear una descendència que els hi doni felicitat i sentit a les seves vides.

Per una altre part, tenim a l’home que mai ha conegut una civilització.
Aïllat de les noves tecnologies i desconeixent el món més enllà de la seva Amazònia, viurà amb la seva tribu no molt nombrosa, sense arribar a la trentena de persones. Aquest home, que no sap llegir o escriure en llengües comunitàries, ha desenvolupat més les seves capacitats físiques que no pas intel·lectuals. Aquest motiu també ens ve donat pel fet de que es tracta d’un mascle, si hagués sigut dona deixaria les capacitats físiques per les familiars, encarregant-se de la supervivència i educació dels fills que arribés a tenir.
Així doncs, l’home es veurà des de petit encarregat de la caça i la pesca, enfrentant-se als perills que l’oferirà la selva i lluitant contra altres mascles d’altres tribus. A més de la fortalesa emocional que haurà de crear per cuidar en tot moment de la seva tribu, també aprendrà a manipular amb facilitat eines i construïr habitatges poc còmodes per a nosaltres però resistents i aixoplogats de les intenses pluges i humitats de l’Amazònia. La seva aptitud per a desenvolupar-se en societat serà més simple i instintiva que la d’un habitant de ciutat, tot i que també es regirà per sentiments i emocions completament humanes.

Aqui veiem com les seves intel·ligències són igual de capaces d’adaptar-se al seu entorn, tot i que siguin molt diferents, però útils en les situacions de vida que se’ns plantegen.


4. És més intel·ligent un catedràtic de física que el cuiner d’un restaurant?

Un títol de física està infinitament més ben valorat que un títol de cuina per una simple raó: el prestigi social. Tot i així, si, tal com hem estudiat, no hi ha només una única intel·ligència sinò varies, tots dos cuiner i catedràtic serien intel·ligents, independentment de la seva feina.
Els dos oficis requereixen diferents tipus d'intel·ligències: el catedràtic fará un ús constant de la intel·ligència logico-matemàtica, mentres que el cuiner desenvolupará la part més naturalista i artística del cervell.
Així doncs, no és el coeficient intelectual el que determina la intel·ligència, sinó el desenvolupament que es pot arribar a obtenir segons la seva aplicació i eficacitat.


5. Les emocions són intel·ligents? Com definiries la intel·ligència emocional?

Les emocions són intel·ligents si ets conscient del que sents. Per exemple, si un home és feliç i ho sap, l’emoció és intel·ligent, ja que ho sent a través del que percep.
La intel·ligència emocional no es resumeix a l’intel·lectual de cadascú, sinó que va més enllà: és la capacitat de reconèixer el nostres propis sentiments i l’habilitat de fer-ne us.

Goleman l’organitza en cinc apartats:

- conèixer les emocions i sentiments propis

- ser perseverants per superar les frustracions

- regular els nostres estats d’ànim i controlar els impulsos

- motivar-nos a nosaltres mateixos

- gestionar les relacions

L’any 2006 Goleman aplica el seu concepte d’intel·ligència emocional a les relacions humanes i la organització social.



6. Defineix la intel·ligència social.

Aquesta intel·ligència es desenvolupa en un entorn social, del qual aprenem el llenguatge, la comunicació o la cultura. A partir de les relacions amb els altres, la intel·ligència pot arribar a assolir la llibertat, ja que ens ensenyen a independitzar-nos d’aquest entorn social.
Podem llavors fer néixer la capacitat de posar-se en lloc de l’altre i saber tractar-lo. Aquest fenòmen s’anomena empatia, i consisteix en la sintonització emocional amb l’altre. La intel·ligència social és pròpia dels mestres, professors, metges, venedors, polítics, terapeutes... tota aquella gent que tracta contínuament amb els altres, consolidant les relacions i la comunicació.
S’encarrega de la coordinació dels egoismes individuals per crear un conjunt de persones disposades a relacionar-se mitjançant el llenguatge i contribuir al projecte de construir una humanitat intel·ligent, la tasca més gran de la filosofia.


7. Com creus que serà un personatge intel·ligent d’aquí cent anys?

D’aquí un segle, penso la intel·ligència artificial superará la humana i això portara a la singularitat, un canvi tecnològic profund que representará una ruptura en la història de la humanitat.
No sóc l'unica que hi pensa: els fundadors de Google estan involucrats en el tema, i pensen que serà possible que poguem pujar-n'hi continguts al nostre cervell a partir del any 2030. Això vindria a dir que es produiría un increible augment del coeficient intelectual de la població, però no forçosament de la intel·ligència. El que vull dir amb això és que molta gent pensa que, per saber més coses són més intel·ligent, però jo discrepo: si no saben com aplicar els seus coneixements a la realitat, aquests no tenen cap utilitat.
És per això que crec que, de persones que de veritat pensen, en queden molt poques al nostre món. I quan no en quedin cap, serem tots peçes d'un joc, manipulades per aquells que poseeixen el poder, i tot això per no tenir criteri propi.